101 kilómetros.



La alarma de  mi despertador suena y suena, ya había olvidado ese molesto sonido de tanto tiempo que no utilizaba la alarma para despertarme. Me baño, visto y desayuno con una pesadez increíble, una pereza anormal por ir al colegio. En el camino me siento extraño, tengo un hueco, raro sentimiento. Durante toda mi vida he ido a colegios, ir al colegio ya era algo inconsciente casi como respirar, no era una cosa ni buena ni  mala era normal, esta vez  era distinto.



Después de viajar 101 kilómetros para entrar al colegio tenía una amarga sensación, pues el viaje fue largo y desafortunado, al parecer duro más de lo que pensaba. Antes de llegar, en mi cabeza surgieron dudas sobre mis colegas, no sabía si mis amigos después de aquel conflicto que trajo separación y cierre de puertas seguían siendo mis amigos, o se convertirían en extraños o simplemente en conocidos, pues desde aquel día no los veo, ni a mis profesores, bueno a ellos ocasionalmente los vi.

Mi grupo que se desvaneció aquel día hoy también se presentan en el colegio, ellos igualmente viajaron 101 kilómetros para estar aquí, aunque caminaron distintos senderos,  por eso nuestros caminos no se cruzaron, seguramente fueron por las fronteras que nos dividían, unas fronteras que parecían murallas sin ninguna puerta para pasar.

El viaje me agoto, se hizo tedioso, dudo en entrar al colegio, porque desde aquel día tanto amigos, profesores y la misma institución cambiaron, una frontera invisible nos dividió pero hoy ya no necesito pasaporte para cruzar la frontera, aun así un sentimiento extraño ronda mi ser, el vacio se hace grande y la duda de entrar o no entrar me hace pensar y preguntarme, sí volverán los días de tranquilidad y amistad o los de rencor y odio.

Aquel día que parecía normal que aunque fue colorido en mi memoria el escenario es oscuro, recuerdo que pase por un circo no me gusto y seguí mi camino, en la institución el ambiente era tenso, parecido al acto del sujeto de la “cuerda floja” que acababa de ver en el circo, en las alturas caminando por una cuerda que se tensa a cada paso con la presión de su peso. El acto puede terminar en tragedia o aplausos el sujeto puede caer, la cuerda se puede romper o caminar como sin nada y acabar triunfalmente el acto. El ambienta era así aquel día, todo podía pasar.

Ese día terminó con la puesta de las fronteras y cada quien  tomó su camino. Hoy las fronteras han caído y espero que los resentimientos y odios también hayan caído y que el ambiente tenso, de miradas sospechosas y dedos acusando cambie y se destense. Estoy aun titubeando en ingresar, pues bien podría estar siendo explotado en la fábrica que encontré en este viaje de 101 kilómetros.

Las fronteras que construyeron y luego tiraron dejaron residuos, polvo y escombro que se dispersaron salvajemente en toda la institución y me pregunto: dónde están los del servicio de limpieza, pues los compañeros, con trapos y escobas hacen el trabajo que les corresponde a los de la limpieza. Los compañeros solidarios y apoyando la causa limpian y recogen el polvo y escombro que genero la destrucción de la barrera “invisible” a pesar de que este trabajo no les corresponde a ellos.

A unos paso se encuentra el colegio y me sorprendo por la cantidad de alumnos que hay, porque en días pasados parecía una escuela fantasma y cuentan las personas, de la existencia de siete espíritus que rondaban las instalaciones, unos decían que eran amigables como otro fantasma muy conocido pero otros juraban que eran la misma reencarnación del mal. Se rumoraba que si te aventurabas a visitar el colegio por la noche, escucharías espantosos lamentos y gritos de agonía y si tenias el valor de entrar, los espíritus se te iban a parecer y un buen susto meter. Al parecer la leyenda paso de boca a boca y de generación a generación transformándola y modificándola pues ya he escuchado cinco versiones distintas, incluso escuche una en la que se comían a los niños, muy divertida por cierto.

De tanto pensarlo y meditarlo entro al colegio, lo que me convence es ella, iría hasta el fin del mundo solamente para verla, ella es la razón de que este aquí, la musa que me inspira cada día. Ella está ahí tan hermosa y espectacular como siempre, decírselo hace temblar mis pies, las mariposas revolotean como locas cada que estoy con ella. La veo y suspiro, hoy resplandece, su cabello brilla como si cada uno de sus cabellos fuera un rayo de luz que ilumina mi cara y me hace sonreír.

Ingresar al colegio, valió la pena, es simplemente ella, me acerco a ella para saludarla y mis brazos con vida propia se abren para abrazarla, quiero hablar pero me quedo mudo, ella es la que me hace tartamudear y decir incoherencias. El cansancio del agotador viaje se desvaneció con una mirada y abrazo de ella.

El tramo de 101 kilómetros que viaje hizo que me perdiera algunos minutos de clase, llegar algo tarde condenaba a mi tarea a no ser revisada, pero aun así ya había hecho el viaje, no teniendo otra cosa más que perder entre, total sólo es esperar conclusiones, pues la clase ya había acabado, y aunque el profesor amplié los minutos de clase, la próxima materia  se acerca y mis compañeros ya quieren salir.

Hoy las barreras cayeron y la comunidad se solidarizo para un bien común, las leyendas quedaron como leyendas pues al parecer los siete espíritus que rondaban el colegio dejaron una historia. También hoy muchos compañeros llegaron al salón un poco tarde pues unos dicen que viajaron 101 kilómetros otros aseguran que fueron 103 kilómetros pero la verdad fue un largo tramo que a muchos agoto pese al camino que eligieron. En tanto al vacio y la extraña sensación de ir al colegio todavía está presente, en fin es el primer día.






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